El 13 de marzo todos los colegios de Euskadi tuvieron que afrontar una situación absolutamente excepcional. La medida oficial que decretaba el cierre de todos los centros educativos confinó a miles de niños y niñas en sus casas. De la noche a la mañana, había que dar una respuesta a esta nueva realidad para tratar de implantar una nueva ‘rutina’ en su aprendizaje.
Evidentemente, la complejidad de la situación y las diversas casuísticas familiares hicieron de este confinamiento todo un reto para toda la comunidad educativa, para cada centro, cada docente y, por supuesto, cada familia. Todo era nuevo para todos ellos.
Desde el primer día se trabajó para dar una respuesta que, por encima de todo, no dejara atrás a nadie.
Un sistema educativo pensado fundamentalmente para la presencialidad hizo, si cabe, aún más complicada esta tarea. La importantísima labor de miles de docentes se tuvo que adaptar lo más rápidamente posible a un sistema virtual de enseñanza. Un esfuerzo silencioso y titánico, por parte de éstos y de los centros, para seguir estando en ‘primera línea’ atendiendo al alumnado y a sus familias.
Sin duda, esta situación ha dejado en evidencia el valor de los y las docentes en el proceso educativo.
Ellos y ellas también han estado confinados. Han tenido que buscar nuevos recursos. Poner en marcha, sin apenas tiempo, una enseñanza a distancia. Con su ordenador, con su móvil, con su internet. Mañanas, tardes, incluso noches. Han creado nuevas tareas y elaborado actividades que se adaptaran a la realidad diversa y heterogénea de su alumnado y familias.
Han corregido tareas que llegaban por correo electrónico, whatsapp o plataformas educativas. Han pensado más allá de lo educativo. Se han preocupado por la carga emocional que esta situación ha supuesto para los niños y niñas. Han tratado de que socializaran entre ellos. De instruirles y también de entretenerles. Han hablado con las familias; se han coordinado con ellas; han gestionado en ocasiones la lógica frustración de padres y madres…
Y mientras tanto, han investigado y buscado nuevos recursos, plataformas, webs, etc… que les permitieran hacer su labor. Se han formado en tiempo récord en el uso de herramientas virtuales que también para ellos eran una novedad, con el fin de no dejar de hacer su trabajo.
Y todo ello, junto con reuniones extraordinarias de sus centros, claustros de profesores y profesoras, reuniones con compañeros y compañeras para buscar nuevas ideas y soluciones, redacción de informes y encuestas para sus centros educativos y administraciones. Y siempre, sin horarios.
El cierre de los colegios nos pilló desprevenidos. Pero tras una situación inicial confusa y caótica, se hizo un esfuerzo único para dar a los centros y docentes las herramientas necesarias para poner en marcha en tiempo récord una educación a distancia.
Además del apoyo directo a cada uno de nuestros colegios, desde KRISTAU ESKOLA creamos en nuestra web un apartado dedicado a profesores, profesoras y familias con las herramientas necesarias para acompañarles en esta situación tan extraordinaria.
Desde KRISTAU ESKOLA no podemos dejar de agradecer a nuestros centros, profesores y profesoras y a las familias, el esfuerzo que han realizado y que siguen realizando aún.
Especialmente, a los maestros y maestras. Porque es en estos momentos cuando su figura se revela como clave; de su dedicación depende el día a día de nuestro modelo educativo.
Y por muy virtual que sean los medios que la situación nos lleve a implantar, ‘estar’ siempre será insustituible.
Hoy, el futuro nos obliga a repensar y replantearnos muchas cosas: la implementación de nuevas habilidades necesarias para el futuro de nuestros alumnos y alumnas, la necesidad de gestionar las emociones en este nuevo contexto… pero, sobre todo, nos obliga a poner en valor el compromiso y la implicación de esa ‘primera fila’.
La de los maestros y maestras que con su ‘estar’, siempre y en cualquier circunstancia, se convierten en la cara visible de nuestro modelo educativo.
A todos ellos, gracias.
#KristauEskola
