Me llamo Mariola Letamendi y soy la orientadora del colegio Inmaculada de Abetxuko. Mi aventura comienza hace 18 años y todavía recuerdo la reacción de mi familia, y de mis amigos y amigas, cuando les dije que iba a trabajar como orientadora en un centro escolar. Nadie podía contener la risa pues mi sentido de la orientación (espacial) no está entre mis mejores virtudes y, sin embargo, nunca he perdido el norte. ¡Qué paradoja!
Desde mis inicios, en mi labor como orientadora, he tenido dos objetivos en mente: el primero, ayudar al alumnado que no es capaz de hacer lo que toca dentro y fuera del aula; y, el segundo, colaborar en todo aquello que esté en mi mano para que mi colegio pueda responder a las demandas exigidas por el entorno social y educativo en el que vive.
La formación basada en estos objetivos ha sido una brújula en mi vida laboral, es más, no entiendo mi labor educativa sin ella.
Hace tres años, y gracias a la formación ofrecida por Kristau Eskola, comienzo con Carme Timoneda un curso que pinta bien: “Educando para el bienestar emocional en el día a día de los centros” . Desde la primera sesión, me quedo como cuando ves un paisaje que te impresiona tanto que no puedes dejar de admirarlo.
Al año siguiente, Kristau Eskola me presentan otro curso: “Una nueva mirada de la orientación basada en la neuropsicopedagogía”, en el que no dudo participar. Siento como si hubiese ido al oftalmólogo que te dice: “Con estas gafas podrás ver las cosas de otra manera y no se te cansará tanto la vista. Llegarás a entender mejor por qué pasa lo que pasa. Al principio verás borroso, es normal. No es fácil el cambio, no es una varita mágica, pero estoy seguro de que lo conseguirás.”
Con la brújula que me brinda esta formación, basada en la neurociencia, reconduzco la orientación principalmente en dos aspectos; por un lado, en el tratamiento de las llamadas conductas disruptivas; y, por otro, en la evaluación de las dificultades de aprendizaje del alumnado.
Respecto al primero, quiero reivindicar mi papel de bombera. Sí, de bombera. En cuántas ponencias, seminarios, formaciones de orientadores/as he estado en las que, con compasión, nos decían que nuestra función era la de extinguir fuegos en los centros escolares Y todos nosotros y nosotras asentíamos con la cabeza con tristeza. Con mis nuevas gafas y mi brújula neurocientífica yo os digo: “ojalá que llegue a ser una gran bombera y sea capaz de apagar el fuego (sufrimiento emocional) de mi alumnado que le impide, le dificulta, avanzar en su desarrollo integral”.
En cuanto a la evaluación de las dificultades de aprendizaje, no puedo dejar de mencionar mi gran descubrimiento: el DN-CAS, una batería de orientación, nacida de la teoría PAS, cuya evaluación nos permite constatar que el origen del problema puede ser neurocognitivo, emocional o ambos.
La neurociencia nos constata que la emoción puede interferir en el buen funcionamiento de los procesos cognitivos. Esta afirmación me ha proporcionado, a la hora de realizar una hipótesis diagnóstica acerca del problema del alumnado, una visión de su dificultad más humana, más acertada y con más garantías de solución tanto para la persona valorada, y su familia, así como para el equipo docente.
Así pues, seguiré mi labor de orientadora con la brújula de la neurociencia porque, de este modo, estoy segura de no perder el norte.
Autora: Mariola Letamendi, orientadora del colegio Inmaculada de Abetxuko.