Ante el inicio de un nuevo curso escolar, lo que predomina entre los agentes del mundo educativo es la incertidumbre, la inseguridad ante este fenómeno de la pandemia provocada por el Covid-19.
Ciertamente llegó silenciosamente. Nos imaginamos que podría ser una gripe, tal vez un poco más fuerte, pero no fue así. De la noche a la mañana nos encontramos con un problema de dimensiones impredecibles donde se nos desmontaba todo el sistema sobre el que teníamos construido el sistema educativo. Y, sobre todo, veíamos desmontarse todo nuestro sistema relacional desde la base, totalmente necesario para el desarrollo de nuestro proyecto educativo, afectando a nuestro ser.
A lo largo de este tiempo hemos experimentado situaciones de soledad, vulnerabilidad, inseguridad, limitación radical, haciendo necesaria más que nunca la educación emocional para poder autorregular las emociones y no perder el equilibrio personal.
Toda esta realidad está afectando a nuestra manera de relacionarnos, porque nos está obligando a prescindir del contacto, de dar un abrazo más con la mirada que con los brazos, imaginarnos la sonrisa debajo de la mascarilla…
Ante todo esto nos surge la pregunta:
¿Cómo va a ser la escuela en esta nueva realidad?
La experiencia del último cuatrimestre del curso pasado, en el que el confinamiento ha sido el gran protagonista, ha provocado una transformación en el modo de dar clase, siendo el formato on-line el modo de continuar con las clases durante el confinamiento.
Formato on-line que ha mostrado sus aspectos positivos, pero también sus dificultades y carencias, entre ellos la brecha de la desigualdad y sus límites emocionales y relacionales.
Los centros, los educadores y las familias han hecho un gran esfuerzo por continuar con las clases que es de agradecer, que no sé si sabremos calibrar por parte de todos los actores de la educación, ese esfuerzo y trabajo. Pero una cosa ha puesto encima de la mesa esta situación que hemos vivido en el último cuatrimestre:
La importancia e insustituible componente relacional de la educación para un desarrollo pleno, emocional, social, espiritual y afectivo.
Porque en la escuela no solo se enseñan conocimientos, sino sobre todo se transmite cómo ser y estar en la vida. Es por eso, que en este nuevo escenario apostamos trabajar en la escuela sobre estas bases:
- Asegurando la presencialidad para que haya una auténtica relación profesor-alumno/a.
- Desarrollando el acompañamiento, para paliar las situaciones de dificultad que tanto las familias como los miembros de la comunidad han tenido que sufrir en este proceso de la pandemia.
- Garantizando a todo el alumnado los medios necesarios para los distintos escenarios que se puedan producir a lo largo del curso. Y así luchar contra la brecha tecnológica.
- Desde la flexibilidad, para poder dar la respuesta necesaria ante los imprevistos que puedan surgir.
- Con liderazgo y trabajo en equipo, promoviendo estilos de liderazgo cooperativo, y convirtiéndose en referente para las familias que lo están pasando mal.
- Ofreciendo confianza y la capacidad de trascender. Es importante crear espacios para tener la experiencia de saberse amado para dar sentido a lo que se vive.
- Fortaleciendo la comunidad educativa, haciendo la posible la corresponsabilidad en la acción educativa.
- Insistiendo en el componente social de la persona, a la vez que se trabaja la otra dimensión que es la personal, y que ambas ofrecen la posibilidad de una educación integral.
Autor: Mikel Ormazabal, Director General de Kristau Eskola