A lo largo de la historia, en cada cultura, a medida que se iba desarrollando la vida, han ido surgiendo nuevos desafíos, expresados de una u otra manera, que requieres respuestas o, mínimamente, atención o cuidado. No obstante, captarlos adecuadamente siempre ha supuesto saber mirar, y ponerse en actitud de búsqueda de nuevas fórmulas, expresiones, actuaciones, teniendo de base un poso acumulativo sano o engarzado de sabiduría de generaciones.
La historia va transcurriendo en un espacio y tiempo concreto; y las personas, ubicadas en un espacio y tiempo concreto, vamos transcurriendo la historia, mientras escribimos un nuevo capítulo de la misma. Por lo tanto, somos responsables del contenido del relato, y del estilo del vínculo que vamos generando entre una página y otra.
Este relato vital o existencial va dejando constancia de estilos de vida, comportamientos, logros y fracasos, esperanzas y frustraciones, luces y sombras, sueños y utopías, aciertos y desaciertos, clamores y urgencias…, que señalan derroteros por dónde convendría trazar un ritmo u otro. Por ello, resulta importante permanecer atentos a esos derroteros; mucho más, en momentos donde son subrayados clamores, sombras, urgencias… que nos alertan de que determinados rumbos van resultando cada vez más resbaladizos.
Entiendo que ahí podemos encajar perfectamente el marco mundial que nos dejan los ODS2030, y que nos invita a asumir con seriedad y compromiso, de manera individual y universal, el redirigir a la humanidad hacia un camino sostenible y responsable porque algo no está yendo bien en un necesario, bueno y justo desarrollo común, ahora y en el futuro.
Objetivos transformadores, inclusivos que hacen referencia a una serie de necesidades sociales, que incluyen educación, salud, protección social, oportunidades laborales, el tema climático y la realidad del medio ambiente. Y, al mismo tiempo, nos alertan de barreras sistemáticas que lo impiden: desigualdad, patrones de consumo, capacidad institucional débil, la degradación del ecosistema.
Como institución educativa de inspiración cristiana que es nuestra red, estamos urgidos a recoger esta llamada mundial y universal, aportando, hoy y aquí, nuestra nueva semilla de Vida y de más Vida, de manera pedagógica, sosegada, coherente, creativa, comprometida, compasiva, samaritana, con sabiduría, junto con otros y otras. Asumiendo, además, que nos situamos en un tiempo de grandes cambios, que se producen con gran celeridad, y están conllevando transformaciones importantes, a muy distintos niveles. No queremos desentendernos de ningún aspecto, de ninguna realidad, de ninguna cuestión, por incómodas o difíciles que nos resulten, porque, por vocación, sabemos y sentimos que cada cambio nos afecta, nos interesa, nos interpela, y requiere un camino educativo que haga madurar una nueva solidaridad universal y una sociedad más acogedora. Y ahí nos va el sentido de nuestra misión.
De ahí, que, para nosotros, adquiera un relieve especial el cuarto objetivo, titulado “Educación de calidad”; y que apunta hacia el desarrollo de competencias que lleven a reflexionar a la persona sobre sus propias actuaciones, tomando en cuenta sus efectos sociales, culturales, económicos y ambientales actuales y futuros desde una perspectiva local y mundial, para saber actuar y participar en procesos comunitarios a fin de impulsar una sociedad más humana, teniendo presente el resto de los Objetivos.
Para ello, evidentemente, tenemos que construir, también, caminos de diálogo, alianzas, vínculos con los demás agentes educativos y sociales, porque, como bien intuimos, la tarea es ardua y exige el compromiso sincero de distintas partes y de manera interdisciplinar (Cf. ODS 17).
Como comunidad educativa, al inicio de un nuevo curso, aún en tiempos complejos a diversos niveles, queremos renovar el compromiso y la vocación de educar y formar a cada alumno, a cada alumna, para que, con su única e irrepetible singularidad, cimentado/a en sus raíces, en su sentido más profundo, siga construyendo y aportando conocimiento vocacionado y válido en esa tarea cocreadora, con los/as demás, de manera sostenible, responsable, bella y cuidada. Reconociendo, además, en el otro, en la otra, a un hermano, a una hermana. Porque hoy como ayer, Dios nos sigue preguntando: “¿Dónde está tu hermano, tu hermana? ¿Qué has hecho?” (cf. Gn 4, 9a. 10a). Queremos seguir respondiendo, juntos y juntas, en red, situados en nuestra cultura y abiertos al mundo, buscando nuevos caminos y formas; y fortaleciendo, sobre todo, el vínculo en Aquel que nos une, acompaña y nos aporta una luz de verdadera Esperanza.
Autora: Arantza Jaka, Área de Pastoral, Kristau Eskola